lunes, 21 de junio de 2010

Portugolazo: CR7... a 0

Por la segunda fecha del Grupo G, denominado el grupo de la muerte, se enfrentaron la selección de Portugal, con Cristiano Ronaldo a la cabeza, contra Corea del Norte, en donde la nota la dió el juego desplegado por el equipo luso, ya que no necesito de mucho esfuerzo para propinar a los asiáticos lo que a la postre sería la mayor goleada de este mundial en tierras africanas. Fue un contundente 7-0 en donde se rescata el juego en equipo y la ausencia de la gran figura como lo es CR7.


Cristiano Ronaldo (con una asistencia, un gol, y un par de fantasías inofensivas) volvió a convertir con su selección tras un año y medio de sequía, y Portugal armó un festival de goles contra Corea del Norte. Con un empate en el cierre ante Brasil, se mete en los octavos del Mundial.


Con ojos de pantera, de Pantera mozambiqueña, el gran Eusebio –de 68 años- vivía su dejá vú personal, su flashback. Esta vez, no debió sufrir tanto como aquella recordada tarde en Goodison Park, el estadio del Everton inglés. En aquel partido eliminatorio de los Cuartos de Final, en el Mundial 66, había arrancado mal para Portugal: Corea del Norte le había asestado un 3-0 en los primeros 24 minutos pero el africano moreno de Maputo, capital de la –por entonces- colonia portuguesa, colaboró con cuatro goles para dar vuelta la historia y llevar el duelo a un 5-3 para los lusos.

Esta vez, no transpiró tanto Eusebio, segundo goleador en la historia de su selección (41, detrás de Pauleta, aunque con el mejor promedio de gol por partido: 0,64) desde el cálido palco del vecino Green Point Stadium de Ciudad del Cabo. De repente, más allá de las historias de ayer y hoy, y de una pelota que no se mancha, de repente el foco de atención claramente se había trocado más allá de los rivales de turno. Si acá nos preguntábamos por qué el Messi del Barcelona poco tenía que ver con la Pulga de Selección, lo mismo podría decirse de la gran estrella del marketing. ¿Por qué Cristiano Ronaldo no es el mismo Cristiano Ronaldo del Real Madrid? Y la cuestión pasa más allá del número de su camiseta. En España, es 9; en su país, es 7. Un retroceso.

Todas las fichas estaban puestas en él. En él en cancha, no en una publicidad, en un set de TV. En el debut frente a Costa de Marfil, en ese pobre 0-0, apenas si la había tocado. Por eso, afloraron las estadísticas. Sólo 22 goles en 73 juegos precedían este juego ante una Corea del Norte, ya sin héroes, como en Inglaterra, 105° en el ranking Fifa. El último grito lo había pegado el 11 de febrero de 2009, de penal, en un amistoso contra Finlandia. En partidos por los puntos, había que irse hasta el 11 de junio de 2008, por la Eurocopa, frente a la República Checa. Hasta que… Apareció. Bah, como siempre, se dejó ver.

Costó. Se sabía, desde el vamos, quién iba de punto y quién de banca. Pero que había que demostrarlo. Era, si se quería, un clasiquito: el ícono del capitalismo deportivo contra la única selección comunista del Mundial. A los 2’, el delantero del shampoo y la voz graciosa, probó al arco por primera vez al pobrecito de Myong Guk. Cancha mojada. Cualquier cosa podía pasar. Y pasó. Corea del Norte, quien tuvo un escaso 28% de posesión del balón frente a Brasil (1-2), empezó a animarse al arco. El área no la pisaba aunque, con la media distancia, preocupaba a una selección que sólo había recibido dos goles en los últimos diez partidos y que llevaba un 78,3% de juegos con el arco invicto desde la llegada de Queiroz. En ataque, la historia era distinta. Myong Guk, con una pésima salida, mostró las uñas: Carvalho, de cabeza, le rompió el palo. Igual, fueron casi 20 minutos de avance coreano más allá del Paralelo 38 que se detuvieron recién a los 28’ con el 1-0 portugués: gran pase de Tiago en cortada para Raúl Meireles, del Porto, quien definió bajo y cruzado. Y ahí se acabó un partido que recién había comenzado.

A partir de ahí, Portugal debía abrir más el arco para favorecerse –pensando en una eventual derrota ante Brasil y en la diferencia de gol con respecto a Costa de Marfil, su virtual competidor por la también virtual segunda plaza hacia octavos-. Y algo más: darle de comer a Cristiano Ronaldo, que lo más interesante que había hecho hasta el momento era haber entonado el himno después de mucho tiempo… Tanto que, con el partido liquidado, Queiroz hizo los tres cambios pero lo dejó en cancha. A esa altura, a los 77’, el juego ya estaba 4-0 (gracias a Simao, el cabezazo de Almeida y el gol de Tiago, tras una buena asistencia en forma de centro desde la izquierda de CR7). Pero se quedó. Calladito. Y mojó Liedson, quien había entrado tres minutos después. Y se animaba Veloso, otro ingresado. Y Cristiano Ronaldo… Hasta que rompió el maleficio. A los 41’55” del segundo tiempo, tras un robo en la salida de la pobre defensa coreana –que no será llevada a un documental, como lo hizo el británico Dan Gordon en 2002 con El Partido de sus Vidas tras el golpe del 66- del propio Liedson, la pelota le quedó a Cristiano Ronaldo a media altura, a la altura de la medialuna. Se tuvo que agachar para matarla. La bocha le quedó en la nuca y así la llevó. Hizo uno, dos, tres pasos, y definió sin gritar el gol pero con una sonrisa que Mourinho, desde Madrid, seguro agradeció.

Eusebio, con suerte, vio el séptimo gol, el cabezazo de Tiago después del centro de Coentrao. A pocos ya importaba. Desde el 8-0 de Alemania contra Arabia Saudita en Alemania 2002 que nadie estaba tan "on fire" con el arco de enfrente. No, nada importaba. Ganó Portugal. Porque se dio cuenta que puede meter miedo sin depender de un buen vendedor de shampoo. Buen jugador, sí... pero vendedor de ilusiones al fin...

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